lunes, 27 de septiembre de 2010

El Beato Diego José y Ubrique


Portada del libro publicado
por Manuel Cabello Janeiro en 1994



Por Manuel Cabello Janeiro


El Beato Diego José y… Ubrique

Con cierta satisfacción, no exenta de cierta  extrañeza, hemos venido leyendo en nuestro Diario noticias sobre fray Diego referidas a los cultos que en su honor la ciudad gaditana ha venido celebrando con motivo del primer centenario de su beatificación, culminando los mismos con la erección de un monumento –obra del escultor sevillano Francisco Parra- en su honor, ubicado en las cercanías de la casa en que su madre, doña María García de Rendón de Burgos, natural y vecina de Ubrique, lo trajo al mundo, al tener que trasladarse desde esta población serrana a su capital unos días antes por problemas de salud.
Hasta aquí nuestra satisfacción por lo bien que lo han hecho los gaditanos. Pero nuestra extrañeza ha surgido cuando hemos ido leyendo en esas mismas páginas las semblanzas de diversos oradores, el obispo, el padre provincial de Capuchinos y algún biógrafo más al hacer referencia a la vida de nuestro futuro santo se olvidan por completo de su verdadero origen, que fue Ubrique, a cuya cuna jamás renunció el beato.
A este pueblo había llegado su padre, don José López  Caamaño, “natural de la antigua e ilustre ciudad de Tuy (Pontevedra), donde nació en 1707, y de donde había emigrado siendo soltero con uno de sus hermanos a Cádiz, contratados por la Casa Ducal de Arcos, donde alcanzan los empleos muy decentes de Alcayde de la Puerta de Sevilla y Teniente Comandante de aquella bahía, de donde pasó a Ubrique”. (Datos tomados del Archivo Histórico de la Ciudad de Tuy).
En Ubrique José López Caamaño se casó con doña María, la madre del beato, con quien tuvo dos hijos y un tercero que murió en el parto. Al gestarse el cuarto hijo, el que se llamaría José Caamaño García, nuestro futuro beato, dispusieron sus padres marchar a Cádiz, donde existían mejores médicos, para que la madre fuera atendida y se alojaron en casa de su hermano y su cuñada, donde el 30 de marzo de 1743 vino al mundo con toda felicidad el pequeño José Francisco Juan María, como le impusieron en su bautismo cuatro días después.
Aún sin reponerse su madre -pues los servicios del padre como administrador de la Serranía de Villaluenga (Grazalema, Benaocaz, Villaluenga y Ubrique) eran muy necesarios- lo traen a Ubrique, donde vive el joven José Caamaño hasta los quince años, que le llegó la llamada capuchina, después de pedirla ante su Virgen de Los Remedios, que le iluminó. Otros cinco años los pasó en sus estudios en diversas poblaciones y seminarios. Seis años más habitó en el convento de Ubrique, ya sacerdote, preparándose para ser capuchino, misionero y santo, los grandes pilares de su vocación.
Durante estos fructíferos años obró dos de sus grandes milagros, la multiplicación de los panes, a la puerta del convento ubriqueño, junto a la hospedería, y la reparación de los huevos rotos, caídos del canasto de una joven en la empinada cuesta de la calle de los Solanos, también de Ubrique.
Una vez bien pertrechado espiritualmente partió por los caminos de España, predicando su doctrina, sin olvidar a su pueblo y sin perder jamás su conventualidad ubriqueña.
Cuando le llegó su muerte en Ronda- murió en una casa particular-, pidió por dos veces a sus médicos ser enterrado en su convento de Ubrique, cosa que entre unos y otros le negaron.
Desgraciadamente a Ubrique le han “timado” tanto el origen como el lugar de descanso eterno del Beato Diego José.
El Padre Fray Juan Bautista García Sánchez – ahora ya no se utiliza el “apellido”  del lugar de su  pila bautismal, donde se hizo cristiano, al igual que a nuestro Beato le pusieron “de Cádiz”, de obligado cumplimiento en el siglo XVIII- en su amena obra “Trotacaminos de Dios” así lo dice: “Fray Diego de derecho nació y murió en Ubrique” y aún es más, agregamos nosotros, sus sandalias capuchinas, con las que recorrió casi 50.000 kilómetros por los caminos de España, eran tan ubriqueñas, salidas de los noques, como ubriqueño era él mismo.
De una vez por todas ¡Hagámosle justicia a este futuro santo! Y así conseguiremos que la historia no “time” más a su pueblo, Ubrique.
Su madre, la Virgen de los Remedios, la que le impulsó su fe; su convento y su pueblo Ubrique fueron los puntales fundamentalísimos para hacerse capuchino y misionero… y muy en breve, con el buen hacer de todos, será nominado ¡¡Santo!!


Manuel Cabello Janeiro, Ubrique
17 de noviembre de 1996.



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Este artículo fue publicado el 17 de noviembre de 1996 en el "Diario de Cádiz". Nuestro padre estaba muy molesto porque no se había hecho ninguna alusión a nuestro pueblo durante los actos del primer centenario de la beatificación de José Caamaño. Un ubriqueño que nació circunstancialmente en Cádiz, a causa del estado de salud de su madre, la ubriqueña María García de Rendón de Burgos.
Previamente, en 1994, Manuel Cabello había publicado un libro biográfico sobre el Beato, después de varios años investigando en los Archivos Parroquiales, Municipales y en los archivos de los Capuchinos en Sevilla. En este libro, cuya portada es, precisamente, la imagen de la litografía de Ubrique de la que hablábamos hace unos días y a la que tanto aprecio tenía.